23 de julio de 2010

Él, ella y su soga



Desde un pequeño agujero del submundo los observaba.

Ella era delicada, andaba encorvada y le costaba respirar. Era tan pequeña que toda ella desprendía por cada poro fragilidad.
A su cuello llevaba atada una soga, una cuerda que poco a poco le comprimía más su... ¿Alma?. Aunque quizás ya ni tuviera.
Tras ella había una gran sombra ... tan robusta y fuerte que quizás era quien sostenía su pesar. Llevaban un largo camino, la sombra era indecisa, miedosa, alto ruda, amante de la soledad. Ella lo quería con locura, pero la locura se había apoderado de ambos.

Un día ella de tanto caminar, de tanto arrastrar a su sombra, se dió media vuelta y con aire amenazador le dijo; "¿Me estoy consumiendo no lo ves?. Por cada minuto que permanezco a tu lado tu melancolía me consume, me hace más y más frágil ... ¿No lo entiendes?".
La sombra le miró con una sonrisa... "Te dije que no podía aportarte más que tristeza a tu camino, que las rosas se volverían espinadas, tus noches frías y la melancolía nuestra compañía".
Ella se quito la soga del cuello y se la colocó sobre su muñeca... No paraban de brotarle lágrimas de la cara. Siguió encorvada mientras con todas sus fuerzas intentaba caminar arrastrando a su sombra.. Le costaba tanto dejarla...
La sombra se quedó quieta, no quería permanecer a su lado. "Tienes razón, no debemos seguir nuestro camino juntos".
Ella se giró, sus ojos se encendieron de rabia... Arrancó la soga de su muñeca tirándola al suelo. Y se marchó. No podía creerlo, tantos momentos juntos, tanta fuerza y desgaste habían sido en vano. Ella había intentado llevar a su sombra a un mundo mejor, quería enseñarle que la alegría existía, que la luz del sol era tan preciosa que podía iluminar y espantar a la tristeza. Quería ser ella la que permaneciera a su lado, en cambio él no quería. No la quería...
Pasaron los meses, la sombra cada día se volvió más uraña y oscura. Se había acostumbrado a la soledad y a la oscuridad. Había intentado no pensar, pero todo le atormentaba. A escondidas tocaba la soga y se acordaba de ella. Él a su forma la quería, la amaba, pero con ello no era suficiente. Su alma era ella, él tan solo era una sombra... Y sin alma no se puede vivir...
Ella se volvió fuerte, activa y soñadora. Sus rosas ya no tenían espinas, su camino estaba repleto de luz... pero... tenía una enorme marca en su cuello que era incapaz de borrar... La marca de la soga.
Cada vez que ella pasaba sus dedos por el cuello, no podía evitar cerrar los ojos y pensar en su triste sombra... Porque... a él le hubiera bastado con poco... a ella le hubiera bastado con él...


Me levanté y me alejé del agujero... y así es como por un instante volví a ver a tu alma y la mía... encadenadas.

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